sábado, 23 de abril de 2011
domingo, 10 de abril de 2011
Sidney Lumet
Nació el 25 de junio de 1924, en Fildadelfia, Pennsylvania (Estados Unidos).Se integra en el Yiddish Art Theatre a través de su padre Baruch; aparece en la obra teatral A Flag Is Born(1937) como actor; durante la Segunda Guerra Mundial desarrolla labores de comunicación en el Army Sgnals Cop; a su regreso ingresa en el Actors Studio; después de abandonar la prestigiosa escuela de interpretación americana funda, junto a otros artistas, la Actors Workshop; trabaja en la televisión como director de unos doscientos cincuenta espacios dramáticos o culturales (Goodyear Television Playhouse, Kraft Television Theatre, Danger, You Are There, Omnibus)(1950-1959).Oso de Oro del Festival de Berlín a la Mejor Película por Doce hombres sin piedad (1957); Nominado al Oscar al Mejor Director por Doce hombres sin piedad (1957), por Tarde de perros (1975), por Network, un mundo implacable (1976) y por Veredicto final (1982); Nominado al Oscar al Mejor Guión Adaptado por El príncipe de la ciudad (1981), junto con Jay Presson Allen; Nominado al Emmy al Mejor Director de Drama por Sacco-Vanzetti (1960-1961); Premio David Wark Griffith (1994); Oscar Honorífico (2005).Hijo del actor Baruch Lumet; padre de la actriz Jenny Lumet; autor del libro sobre el arte cinematográfico Making Movies (1995) Así se hacen las película (1999, Editorial Rialp).Prolífico director surgido de la televisión americana de los años cincuenta, Sidney Lumet ha alcanzado una cifra similar de películas respecto a sus años dentro de la profesión. La ópera prima de Sidney Lumet Doce hombres sin piedad se reveló como un título ya mítico fundamentalmente por una suprema dirección de actores y en la honestidad de sus planteamientos, dos de los rasgos más característicos de este veterano cineasta. Veredicto final, El abogado del diablo o La noche cae sobre Manhattan también resaltan el interés de Lumet por los espacios judiciales, compartido por su devoción hacia las crónicas policiales (Distrito 34: corrupción total, Serpico, Tarde de perros), dos estamentos en los que se sustentan las democracias y que devienen un foco de corrupción latente. En medio de esta conciencia social, que se amplia al estamento militar (The Hill, Punto límite), Sidney Lumet se ha significado como un conpíscuo adaptador de novelas o textos teatrales de forma ecléctica, en el que confluyen autores de todo signo y condición —Agatha Christie (Asesinato en el Orient Express), John Le Carré (Llamada para el muerto), Eugene O´Neill (Larga jornada hacia lo noche), Arthur Miller (Panorama desde el puente), Anton Chejov (The Sea Gull)—. Probablemente esta dispersión temática ha impedido valorar en su justa medida a Sidney Lumet, un director que ha sabido utilizar una larga experiencia tanto televisiva como cinematográfica para desarrollar en los años ochenta una ejemplar relación de films de ritmo preciso y de una gran madurez narrativa. De esta forma, algunos de sus trabajos más personales se concentran en este decenio, desde Daniel —un proyecto largamente acariciado en base a un guión adaptado por el propio autor de la novela, E. L. Doctorow— o Un lugar en ninguna parte, una emotiva historia en la que afloran las relaciones paternofiliales, un tema que cobra un interés creciente en su filmografía (Buscando a Greta, Negocios de familia, Una extraña entre nosotros, La noche cae sobre Manhattan). Con la salvedad del thriller A la mañana siguiente, la obra de Lumet se ha desenvuelto en Nueva York, una ciudad que le ofrece una enorme variedad de localizaciones servidas por su habitual diseñador de producción Philip Rosenberg y fotografiadas por David Watkin o el polaco Andrzej Bartkowiak, el sucesor natural de otro colaborador fundamental en su primera época, Boris Kaufman. La longevidad de Lumet en el primer plano cinematográfico se debe a su capacidad por combinar cintas comerciales con obras de fuerte implicación personal, conjugando fracasos (Una extraña entre nosotros,Daniel) con sonoros éxitos(Negocios de familia, Network, un mundo implacable, un título profético sobre los entresijos de la televisión, tema asimismo abordado en Power). Si bien Lumet ha logrado un promedio de un film por años, también ha visto abortados una serie de proyectos como Double Cross, una segunda parte de El honor de los Prizzi o la adaptación de irreverente libro de memorias de Truman Capote .
Fuente: http://www.blogdecine.com
domingo, 3 de abril de 2011
La hija del sepulturero
"La hija del sepulturero" Joyce Carol Oates. Alfaguara (2008) |
Joyce Carol Oates
licenciada en Lengua y Literatura Inglesa por la universidad de Siracuse, se doctoró en la Universidad de Rice, y obtuvo un master en la de Wisconsin-Madison, publicó su primera novela en1964, y fue profesora en la Universidad de Detroit. Marchó a Canadá, en donde también fue profesora, esta vez en la Univesidad de Windsor, en Ontario y allí fundó junto a su marido, también profesor universitario una editorial.
En 1978 regresó a Estados Unidos, ejerciendo como profesora de Escritura Creativa en la Universidad de Princeton. En 1970, obtuvo el Nacional Book Award, y es miembro de la Academia Americana de las Artes y las Letras.
En 1978 regresó a Estados Unidos, ejerciendo como profesora de Escritura Creativa en la Universidad de Princeton. En 1970, obtuvo el Nacional Book Award, y es miembro de la Academia Americana de las Artes y las Letras.
Es autora de cuentos, relatos cortos, teatro, ensayos, poemas, libros juveniles e infantiles y especialmente novelas, algunas de las cuales las ha firmado con seudónimos
Su nombre ha sido propuesto en varias ocasiones para el Nobel de literatura y también llegó a ser finalista del Pulitzer en 1992 por su obra Agua Negra.
Su nombre ha sido propuesto en varias ocasiones para el Nobel de literatura y también llegó a ser finalista del Pulitzer en 1992 por su obra Agua Negra.
En 1936, los Schwart, una familia de inmigrantes desesperada por escapar de la Alemania nazi, se instala en una pequeña ciudad de Estados Unidos. El padre, un profesor de instituto, es rebajado al único trabajo al que tiene acceso: sepulturero y vigilante de cementerio. Los prejuicios locales y la debilidad emocional de los Schwart suscitan una terrible tragedia familiar. Rebecca, la hija del sepulturero, comienza entonces su sorprendente peregrinación por la «América profunda», una odisea de riesgo erótico e intrépida imaginación que la obligará a reinventarse a sí misma.
Joyce Carol Oates ha creado una pieza magistral de realismo mítico y doméstico, excepcionalmente emotiva y provocadora: un testimonio íntimo de la resistencia del individuo. En esta novela prodigiosa la violencia actúa como un faro iluminando una cultura y una época.
«Novelistas como John Updike, Philip Roth, Tom Wolfe y Norman Mailer compiten por el título de Gran Novelista Americano. Pero quizás ellos se equivocan. Tal vez la Gran Novelista Americana es una mujer.» The Herald
«Una escritora de una extraordinaria fuerza… Ha tratado con una admirable consistencia el gran tema americano: la búsqueda de la propia identidad.» The Guardian
«Oates evoluciona sin descanso como artista, explorando continuamente nuevos aspectos de la vida americana… La literatura es para ella un único género en el que trabaja con total inventiva, adaptando temas clásicos, homenajeando a grandes maestros, escribiendo en diversos estilos y formas, siempre fiel a su propia e intensa imaginación. Sólo nos queda rendirnos ante la todopoderosa fuerza de las virtudes de Joyce Carol Oates.» The New York Review of Books
«Su incomparable prosa y su habilidad para mover a la reflexión a medida que va reinventando nuevos géneros son únicas... Pocos escritores son capaces de contar una historia con tanta convicción y entretenimiento.» Scotland on Sunday
«Leer a Oates es como transitar por un campo de minas emocional, para volver a la tranquilidad y sacudir la cabeza ante tamañas lucidez y revelación.» The Washington Post Book World
ComentarioSe trata de un relato sobre la vida de Rebeca Swart. El pasado de su familia, judíos refugiados en Estados Unidos antes de la 2ª guerra Mundial, procedentes del viejo mundo.
Hablamos de una novela testimonio en la que las circunstancias que se insinúan, cobran más importancia que las que aparecen en el relato. (Persecución de judíos, campos de concentración, maltrato femenino, violador en serie, cáncer…).
Estamos ante una gran narradora que no hace sino reflejar la vida misma.
viernes, 1 de abril de 2011
Elizabeth Taylor
(Londres, 1932 - Los Ángeles, 2011) Actriz estadounidense de origen británico. Hija de emigrados estadounidenses en el Reino Unido, regresó con ellos a Estados Unidos poco antes de la Segunda Guerra Mundial. Tras participar en varias comedias de escasa calidad, en 1950 alcanzó su primer éxito comercial y crítico con El padre de la novia. Durante las décadas de 1950 y 1960 se convirtió en una de las mayores estrellas del firmamento de Hollywood gracias a su presencia en títulos tan significativos como Gigante (1956), La gata sobre el tejado de cinc (1958) o la, por aquel entonces, película más cara de la historia, Cleopatra (1963), filmes en los que supo explotar con maestría su turbador atractivo sexual. Tan famosa por su carrera cinematográfica como por su vida sentimental (contrajo matrimonio en ocho ocasiones), recibió dos Oscar por sus papeles en Una mujer marcada (1960) y ¿Quién teme a Virginia Woolf? (1966). Célebre asimismo por su labor humanitaria en la lucha contra el sida, fue por este último motivo galardonada con el Premio Príncipe de Asturias a la Concordia en 1992.
Alentada por su madre, que también piso las tablas en otro tiempo, Elizabeth Rosemond Taylor debutó como actriz cuando era aún una niña; su predisposición y un extraordinario atractivo físico, que habría de acompañarle hasta su madurez, llamó pronto la atención de los ejecutivos de Hollywood. Tras su efímero paso por la Universal, la Metro Goldwyn Mayer le ofreció un primer papel interesante en La cadena invisible (1943), de Fred Wilcox, al lado de la famosa perra Lassie.
Desde finales de la década de los cuarenta y principios de los cincuenta interpretó por lo general a muchachas ricas de luminosa belleza, aunque también existían trabajos donde demostraba poseer un inteligente sentido del humor y una personalidad fuerte y apasionada. Películas de cierta relevancia y enorme éxito fueron jalonando aquellos años: El coraje de Lassie (1946), de Fred Wilcox; Mujercitas (1949), de Mervyn LeRoy; Traición (1950), de Victor Saville; o El padre de la novia (1950), de Vincente Minnelli, entre otras.
Marcada por una serie de matrimonios fallidos, la actriz fue dejando de lado el tipo de cine que había hecho para aceptar proyectos de mayor fuerza. Películas históricas como Quo Vadis? (1951), de LeRoy, e Ivanhoe (1952), de Richard Thorpe, anticiparon en una década uno de sus personajes más famosos, Cleopatra. Su figura fue adquiriendo gran popularidad, y sus interpretaciones ganaron en profundidad psicológica. Así, en Gigante (1956), de George Stevens, La gata sobre el tejado de zinc (1958), de Richard Brooks, o Una mujer marcada (1960), de Daniel Mann, por la que consiguió su primer Oscar, encarnó mujeres de personalidad compleja que se enfrentaban a situaciones difíciles con valor y madurez.
Su papel en ¿Quién teme a Virginia Woolf? (1966), de Mike Nichols, le valió su segundo Oscar y fue el detonante de un cambio radical en su carrera. La mujer alcoholizada, de lengua afilada y que ha dejado de ser joven, le permitió mostrar nuevas facetas de su personalidad, algo por lo que ella había luchado desde que encarnara a la esposa de Rock Hudson en Gigante. Desde entonces, y en títulos como La mujer indomable (1966), de Franco Zefirelli;Reflejos en un ojo dorado (1967), de John Huston; o La mujer maldita (1968), de Joseph Losey, fue rebelándose contra el academicismo y la edulcoración de aquellos primeros trabajos en la Metro Goldwyn Mayer con los que se había dado a conocer.
En 1981, ya en plena madurez, debutó en Broadway en un montaje de La loba, de Lillian Hellman. En sus últimos años intervino en programas y en episodios de diversas series de televisión (Hotel, The Whoopi Goldberg Show, Roseanne, Hight Society, Murphy Browny La niñera, entre otros). Alejada por un lado de su profesión, no escatimó sin embargo sus apariciones públicas, en las que adoptó a menudo una imagen barroca, exhibiendo su obsesiva afición a las joyas, y actuando con una acusada teatralidad que siempre dio la sensación de ser premeditada, un escudo para poder prescindir hasta cierto punto de sus atributos de gran estrella.
Fuente: Biografías y Vidas.
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